En 1296 un ejército aragonés comandado por el rey Jaime II llegó a Alicante, ciudad que entonces pertenecía a la Corona de Castilla. Nicolás Peris, el alcaide del Castillo de Santa Bárbara, se negó a rendir la plaza y ofreció resistencia a pesar de que tenía muchos menos soldados a su disposición.

Peris dio mucha más batalla de la esperada por Jaime II, quien contaba con una conquista rápida. Le ofreció en repetidas ocasiones la rendición, pero el gobernador castellano nunca aceptó.

El asedio sobre Alicante duró un mes. Dice la leyenda que incluso cuando Peris estaba ya rodeado de tropas aragonesas continuó negándose a entregar las llaves del Castillo y que tuvieron que abartirle y hasta cortarle las muñecas para arrancárselas de sus muertas manos.

El enfado de Jaime II por el tiempo y los soldados perdidos en la conquista de Alicante fue tal, que negó sepultura cristiana al cadáver de Peris y arrojó su cuerpo a los perros.

Tras esta batalla Alicante pasó a la Corona de Aragón, hasta que en 1356 la ciudad volvería a ser brevemente castellana durante la Guerra de los 2 Pedros.

Este monumento fue colocado en 1960 (664 años después) como memoria al heroismo de Nicolás Peris, en el lugar aproximado del Castillo donde se cree que fue abatido.