Torre del Conde
Su modus operandi normal consistía en acercarse a la costa por sorpresa, desembarcar un cuerpo de tropa y proceder a saquear la zona para volver con rapidez al barco antes de que llegaran soldados a hacerles frente. Por esto el botín más codiciado eran personas y animales vivos pues podían moverse por sí mismos y eran fáciles de transportar. Tambén cosas de mucho valor y poco peso (como oro, joyas o dinero), aunque éstas eran más difíciles de encontrar, no solo por su escasez, sino porque los propietarios las ocultaban más fácilmente. Los presioneros se canjeaban luego por dinero o eran vendidos como esclavos.
Por esto los vecinos alicantinos demandaron durante muchas décadas a la Corona que reforzara las defensas en el litoral. Por fin hacia mediados del siglo XVI el rey Felipe II impulsó un nuevo sistema defensivo basado en torres vigía. Cada una de estas torres debía quedar visible, como mínimo, por otras 2 torres a norte y sur. Además también se crearon cuarteles o puestos de vigilancia.
La mayor parte de los ataques solían producirse en la Huerta de Alicante, ya que la ciudad solía contar con la presencia de más soldados aparte de tener un gran castillo como el de Santa Bárbara ideal para avistar barcos en la lejanía y abrir fuego contra ellos. Por eso la mayoría de las torres se construyeron por la zona de San Juan y El Campello.
En esta foto vemos la Torre del Conde, ubicada en las inmediaciones de Santa Faz. Fue construida hacia mediados del siglo XVI, probablemente por los arquitectos Juan Bautista Antonelli y Vespasiano Gonzaga. Su fábrica es de mampostería con refuerzo de sillares en las esquinas. Tiene 7,5 metros de altura con 3 niveles y un sótano.
En cada torre había como mínimo 2 guardias pagados por el gobierno, uno a pie y uno a caballo, estos segundos son los llamados atajadores. En los puestos de vigilancia también habían atajadores. El guardia de a pie no podía abandonar la torre y era el encargado de las señales. Los atajadores tenían por misión recorrer la costa entre torre y torre. Si no había peligro se situaba una señal en la fortificación para que la gente pudiera salir tranquila a trabajar.
El sistema de aviso se basaba en el fuego y el humo. La torre que avistaba algún bajel acercándose, encendía dos fuegos simultáneos, que elevaba tantas veces como barcos divisara. Si ya habían desembarcado, se mantenía un fuego continuo y con abundante humo. Por supuesto que también se disparaban cañones desde los castillos, sonar de campanas desde las iglesias, cuernos, trompetas, y cualquier tipo de sonido que pudiera ser oído a una cierta distancia.
En 1997 las torres de la huerta alicantina fueron declaradas como Bien de Interés Cultural.